Al salir del Metropol íbamos a un bar
para hablar, como mayores, del futuro.-
Era un tema manso, sin apuro,
y el futuro enorme: ¿A qué apurar?
Allí, dichosos, nos dejábamos estar;
todo era diáfano, fácil, seguro,
cuando a ese universo poético y puro
llegaba el mozo y “¿Qué van a tomar?”
Entonces lo mirábamos de medio lado
con el desdén de los soñadores
y con el “Yo un té” apenas murmurado
ella volvía a colgar cortinas de colores
y en la pared de un patio sombreado,
golondrinas de yeso, y otros primores.-